No hay una fecha, son varias y todas están grabadas a fuego en la memoria de Horacio Martínez, fundador y CEO de Grupo Datco. Porque los 40 años de trayectoria que celebra este año la compañía son una parte indisoluble de su propia historia personal.

8 de diciembre de 1980. Podría haber sido un día cualquiera, pero el destino quiso que Horacio Martínez, por entonces Gerente de la firma Turbodina SAIC, y Ricardo Fernández, Ingeniero de Sistemas en IBM, pasaran largas horas juntos tratando de arreglar un error de programación en una IBM Series/1, una primitiva computadora que en aquella época permitía controlar y operar componentes electromecánicos externos.

Resultó ser que Ricardo era muy bueno en el servicio de posventa, un gran vendedor, con gran disposición para ayudar a Horacio, su cliente, a poner a andar su nueva computadora para manejar stocks y pedidos de la empresa dedicada a la comercialización de turbocompresores, pero realmente no era muy bueno programando en COBOL, lo que hizo que pisara el directorio con una instalación. Esto los obligó a pasar horas y horas juntos para volcar el directorio y reparar el traspié.

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Ese incidente fue el que hizo germinar la idea fundacional de DATCO, pero también el inicio de una gran amistad entre estos dos ingenieros que se apasionaron con algo que en aquel momento estaba aún lejos de ser muy común de ver: las computadoras. De hecho, faltaban unos meses para que IBM presentara comercialmente la 5150, su primera Computadora Personal, cuya sigla en inglés “PC” inmortalizó el nombre con que aún hoy llamamos a estos dispositivos. Recién cuatro años después llegaría la Apple Macintosh, la primera computadora con interfaz gráfica y mouse. En 1985 llegaría la primera versión de Windows y en 1994 Netscape, el primer navegador web.

Esa amistad, que perduró hasta la triste partida de Ricardo en este 2021, ha estado siempre en el centro mismo de la historia de estos 40 años de la compañía. Quiso el destino que su fallecimiento no le permitiera llegar a los festejos a él, incansable armador de equipos y hábil generador de negocios, por algo le decían el “Zorro”, el mayor de los reconocimientos. Su huella está en cada rincón de Grupo Datco, en cada parte de su historia, en cada proyecto, en cada desafío y en cada uno de los talentos que formó.

31 de mayo de 1981. Horacio se queda sin trabajo, pero lejos de ser una mala noticia para él, fue la oportunidad para dar rienda suelta a esa idea que le rondaba la cabeza a partir de las largas charlas sobre computadoras con Ricardo. Horacio estaba convencido de que esa era la industria del futuro y que por sus características seguiría el modelo de la industria automotriz, con un ecosistema de diversos actores a su alrededor (agencias, talleres, autopartes, accesorios, etc.). En el caso de las computadoras era todo incipiente, era territorio virgen y Horacio sabía que allí estaban las oportunidades.

No dudó un segundo, quedarse sin trabajo era lo que necesitaba para arrancar su emprendimiento. A diferencia de otras “historias de garage”, el nacimiento de esta compañía que hoy tiene más de 600 empleados y opera en 7 países, fue en una oficina de 40 m2 en la planta baja de Viamonte 1690. Ya instalado en esa pequeña oficina del barrio de San Nicolás, ahí nomás de Tribunales, Horacio mandó a inscribir la SA y se jugó a fondo comprando una IBM Series/1 usada, que en esa época costaba 45.000 dólares. Para ese entonces, Ricardo había sido ascendido a ventas en IBM y ahí es donde aparece Javier Lamata, otro joven ingeniero de la Big Blue, quién uniría pronto su destino a esta aventura empresaria. Hasta aquí podría sonar todo normal, pero el contexto de la economía argentina de ese momento era cualquier cosa menos normal.

En medio de una profunda crisis económica y una corrida bancaria, en febrero de 1981 se produce una nueva devaluación de la moneda que dispara la renuncia del presidente de facto, Jorge Rafael Videla y su ministro de economía, José Alfredo Martínez de Hoz. Asume un nuevo presidente de facto y con él, en marzo de 1981, asumió como ministro de Economía Lorenzo Sigaut, quien pasó a la historia por la frase “esta vez, el que apuesta al dólar pierde”. Tan sólo un mes después, el flamante ministro dispone una nueva devaluación que provocó que el peso perdiera un 35 por ciento de su valor con respecto al dólar, mientras el PBI caía un 6% interanual y los precios aumentaban un 155%. En la segunda mitad de 1981, la recesión comenzó a hacerse más intensa y la inflación escalaba. Sigaut duró apenas nueve meses en su cargo, lo mismo que Roberto Viola, que fue reemplazado por Leopoldo Fortunato Galtieri como presidente de facto de Argentina.

Este contexto de altísima volatilidad económica, lejos de disuadir a Horacio de su idea de emprender, le dio alas para acelerar a fondo. Se verá con los años que esa sería una de las características más salientes de su visión de negocios: ver a las crisis como un oasis de oportunidades para quienes no tienen aversión al riesgo. Ni siquiera la temprana deserción de quien sería su socio en ese momento fundacional hizo desistir a Horacio de avanzar con la empresa. Parece que al socio le atraía más esquiar que emprender y esa elección selló el curso de la historia para siempre.

Había que decidir un nombre para la novel empresa. Una larga lista de combinaciones de palabras y siglas y una sabia recomendación que alguien aportó, dieron como resultado la elección de Datco, que se había conformado con la combinación de “data” y “control”, algo muy representativo de la computación de ese entonces, pero que nunca se dio a conocer haciendo caso a la recomendación de elegir un nombre que no refiriera a algo que con el tiempo pudiera quedar obsoleto. Cuenta la historia que ésta bien podría haber sido la crónica de los inicios de Digitron, ya que ese nombre era el favorito, el primero de la lista, mientras que el elegido aparecía en segundo lugar.

28 de agosto de 1981. En esa fecha, que en adelante se tomó como la “oficial” de la fundación, Datco SA recibe la bendición oficial para comenzar a operar legalmente. Para ese entonces Horacio seguía tras los pasos de IBM, convencido de que si había un lugar para crecer en esta industria, era de la mano de la empresa que en ese momento era sinónimo de computación en todo el mundo. Ricardo y Javier seguían trabajando en IBM, Horacio ya había conseguido su primera representación de la empresa fabricante estadounidense de dispositivos de control de accesos CASI (luego conocida como CASI-RUSCO) y había participado de una feria de la industria de computación en Milán, pero aún no llegaba el primer cliente.

Corría ya 1982, y en la oficina de Viamonte trabajaban con Horacio Ana María Malmierca, su secretaria en ese entonces, y César Tolio, el empleado número uno de Datco, que aún trabaja en la compañía. Ambos ya habían trabajado con Horacio en Turbodina y se había sumado también el primer vendedor de Datco: Carlos Benavídez.

Este equipo tenía cerrados todos los detalles de la primera venta de la compañía, nada menos que al Banco de Londres, pero el destino les jugó una mala pasada. El 2 de abril de 1982 la dictadura cívico-militar que gobernaba el país inició el desembarco de tropas en las islas Malvinas, tomadas por Inglaterra en 1833, desatando un conflicto armado entre Argentina y el Reino Unido, en el que se disputó la soberanía de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Con el conflicto bélico se esfumó toda posibilidad de concretar el proyecto con el Banco de Londres.

Finalmente, el destino y los esfuerzos por conquistar a los vendedores de IBM, que se reunían en la oficina de calle Cangallo (hoy Juan Domingo Perón), para que derivaran oportunidades de negocio a Datco, dan sus frutos. Casi un año después de los inicios de la empresa se concreta el primer negocio en el que por USD 1.000 Datco le proveyó a IBM una tarjeta de interfaz para manejar relays. Cuenta la leyenda que con los 50 dólares de comisión que ganó Carlos Benavídez por ese deal se compró un sobretodo que le dio “percha” para abrochar unos cuantos negocios en los años siguientes.

Al poco tiempo llegó el primer negocio grande. Un proyecto de control de accesos para Sistemática, una empresa que operaba en Argentina la red de SWIFT, el sistema de mensajería interbancario de transferencias transfronterizas que utiliza la mayoría de bancos del mundo. Un negocio de USD 100.000 que confirmó que la apuesta por la incipiente industria de la computación tenía sentido.

Para ese momento, el equipo ya había sumado 5 técnicos, a la oficina de Viamonte de Planta Baja se le sumaron las del 1ero C y D y los demos que hacían con “Arturito” empezaban a generar interés en las empresas. Mientras tanto, la relación personal entre Horacio, Ricardo y Javier se fortalecía cada día más.

El cierre del negocio de Sistemática le dio a Javier la excusa para pegar el salto, abandonar la seguridad y el estatus que significaba trabajar en una multinacional como IBM, y apostar por el futuro de éxito empresario que en aquel entonces era apenas un sueño. Ricardo siguió acompañando a Datco como amigo y consultor externo, hasta que en 1984 también dio el salto y se metió de lleno a esta aventura de amistad, negocios y éxito que significó Datco para aquellos que compartieron este camino de sus primeros 40 años.

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